martes, 30 de diciembre de 2014

PLASTICIDAD CEREBRAL.

           La lucha de antaño entre partidarios de la influencia del entorno y los que creen en el peso de la herencia genética ha sido sustituida ahora por el descubrimiento de la plasticidad cerebral, basada en datos experimentales. Nuestro cerebro no ha sido conectado una vez por todas -desde luego, no en función de los genes al nacer- ni tampoco al final del proceso de crecimiento del cerebro cuando termina la pubertad, aunque resulte difícil negar el gran impacto en la vida adulta de lo que ocurre en aquellos años iniciales.  El cerebro cambia continuamente con la experiencia, que deja huellas indelebles y, por supuesto, los cambios ocurren a niveles diminutivos en lo que llamamos sinapsis, donde las neuronas entran en contacto unas con otras. Tenemos cin mil millones de neuronas y cada neurona sintoniza con otras diez mil neuronas.

             Así que cuando se aprende algo o se adquiere cierta experiencia, algunas sinapsis en un circuito determinado serán más eficaces que antes. Ésta es la base, realmente, del aprendizaje y la memoria. De manera que el concepto de plasticidad -la idea de que el cerebro cambia con la experiencia- constituye un puente entre la neurociencia y el psicoanálisis porque la señal es un concepto que pueden compartir la neurociencia y el psicoanálisis. 
        
              ¿Estamos programados por las experiencias anteriores? ¿Podemos afirmar que cualquier tipo de experiencia que hayamos tenido hasta un momento dado determinará nuestra manera de comportarnos en el futuro?

              Pienso que estamos programados para no estar programados. Si nuestro interior, fabricado por la experiencia a través del mecanismo de la plasticidad, fuera todo él consciente, un producto cognitivo, nos comportaríamos de modo extremadamente racional y seríamos perfectamente predecibles. No es eso lo que ocurre en la vida real. Basta con mirar a nuestro alrededor. La verdad es que existe una realidad interior elaborada por la experiencia por la experiencia y el principio de plasticidad que es inconsciente y que, sin embargo, ejerce una gran influencia sobre nuestra conducta. Yo iría incluso más lejos: estoy convencido de que una gran parte de todo lo que hacemos se lo debemos al inconsciente; la conciencia es algo que a posteriori, después de haber actuado, nos permite saber lo que ha había decidido hacer nuestro inconsciente.

               El mecanismo de plasticidad nos permite liberarnos de los dos determinismos potenciales: el determinismo genético y, en cierto modo, el implícito en el propio principio de plasticidad. En teoría, por lo menos, la plasticidad podría representar un cierto determinismo dado que, al postular que toda experiencia individual deja una huella indeleble, estaríamos sugiriendo que haber escuchado una sinfonía de Mozart me convertiría de todas todas en un forofo del compositor. Eso no se tendría en pie.

              El recurso a la idea de una supuesta reasociación de huellas introduce un cierto grado de libertad en nuestra conducta. Si no, seríamos una especie de robots comportándose siempre de acuerdo con las instrucciones dejadas por la experiencia, sin posibilidad alguna de que fuéramos, por lo menos alguna vez, únicos, singulares, individuos distintos de los demás. 

               El inconsciente ha tomado la decisión de iniciar un movimiento incluso antes de haber decidido efectuar dicho movimiento.

                Los estados de ánimo nos influyen sin que lo sepamos. 

EDUARDO PUNSET.
EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.

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