martes, 30 de diciembre de 2014

HEMOS SIDO DEMASIADO CONDESCENDIENTES CON LA RELIGIÓN.

       Muchos creen que hemos sido demasiado tolerantes con las creencias religiosas. Debiéramos haber elevado el tono de nuestras protestas ante los desmanes derivados de la fe mal entendida.

       Charles Darwin dice en una de sus cartas:

 

       Aunque soy un fuerte defensor de la libertad de pensamiento en todos los ámbitos, soy de la opinión, sin embargo -equivocadamente o no-, de que los argumentos esgrimidos directamente contra el cristianismo y la existencia de Dios apenas tienen impacto en la gente; es mejor promover la libertad de pensamiento mediante la iluminación paulatina de la mentalidad popular que se desprende de los adelantos científicos. Por ello, siempre me he fijado como objetivo evitar escribir sobre la religión, limitándome a la ciencia.

      Emocional y moralmente les resultó muy difícil a aquellos científicos sacudirse de encima el ethos cristiano bajo el que se habían formado. Es fascinante constatar hasta qué punto Darwin tuvo excelso cuidado en mantener el rigor de sus planteamientos científicos sin herir a los que no los compartían. En este sentido, y a nivel anecdótico, no me digan que no era enternecedora la actitud de Emma, la esposa de Darwin, profundamente religiosa, cuando repetía a sus amigos que el mayor de sus pesares era saber que Charles no podría acompañarla "en la otra vida" por culpa de su agnosticismo. Lo que la apesadumbraba era que el Dios todopoderoso no quisiera conciliar el buen carácter con el agnosticismo de su marido. Y lo que a él le apenaba, con toda probabilidad, era que muchos confundieran la libertad de pensamiento que él predicaba con ataques gratuitos a los que no la compartían.

            No cabe duda de que la relación entre la gente que profesa una religión y los agnósticos está cambiando. ¿En qué sentido? En primer lugar, la irrupción de la ciencia en la cultura popular permite descartar convicciones que antes parecían intocables. Hasta Darwin, gran parte de la comunidad científica, y desde luego toda religiosa, estaba convencida de que la vida del Universo había empezado hacía cinco mil años, en lugar de los trece mil millones de años que se sabe ahora que transcurrieron  desde la explosión del big bang hasta nuestros días. Con ello se ha dado tiempo para que la selección natural fuera modulando la evolución de las distintas especies. En segundo lugar, los continuados agravios e injusticas que siguen sufriendo -a raíz del machismo y del maltrato a las mujeres, en particular- los colectivos partidarios de impulsar la modernidad en sus propias culturas, suscitan solidaridades mucho más profundas y extensas que en el pasado. 

                Uno puede tener fe en aquello en lo que desea tener fe; pero debe reconocerse que, a pesar de las diferencias subyacentes a las religiones, hay un conjunto de principios comunes que todos los seres humanos parecen compartir, inconscientemente, en lo que respecta a sus juicios morales, con gran rapidez y de forma inconsciente, gracias al archivo desproporcionado del cerebro.   

EDUARDO PUNSET.

EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE.

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